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[...] ¿No es cierto que a menudo al desear algo tememos no obtenerlo y que tras haberlo obtenido vivimos en el temor de perderlo y nos mostr amos dispuestos a cualquier cosa con tal de que eso no ocurra? ¿Preten déis que los que han obtenido un puesto de mando no se dejen llevar po r el engreimiento y que quienes han sido colmados de riquezas no se ab usen? Al perseguir con ahínco [riquezas y honores], ¿cómo no excederse ? Una vez obtenidos, ¿cómo no perderlos? [...] para quienes extenúan s u vida persiguiendo la celebridad ni siquiera diez mil generaciones ba starían para lograr la satisfacción. Todos ellos carecen en su interio r de un principio rector y, por tanto, su felicidad depende de los obj etos externos. [...] Quienes, por el contrario, poseen un principio re ctor en su interior, podrán disfrutar de la felicidad en las cosas ext eriores. Incluso sin tambores ni campanas, su felicidad es completa; c olmar nuestros propósitos no significa moverse en carruaje y portar di stinciones, como tam * * *Como senda a u n mundo desconocido -y a la vez como puerta al conocimiento de uno mis mo-, este libro nos acerca a algunos de los más interesantes debates s ociales que sacudieron los ambientes letrados de una China en gran efe rvescencia intelectual, y lo hace por medio de la traducción completa de tres polémicas: «De la inutilidad de los príncipes», «Sobre el cará cter innato del gusto por el estudio» y «Sobre los efectos nocivos de la sociedad para la salud». En ellas Bao Jingyan y Xi Kang nos llevan a una gozosa confrontación de ideas mediante la exposición clara y raz onada de argumentos y la refutación punto por punto de las tesis del a dversario.Vistas con nuestro prisma occidental, y aunque no sea muy «c orrecto» hacerlo, resulta casi imposible no emparentar los argumentos esgrimidos en estas polémicas con las andanzas de los filósofos cínico s.Xi Kang (223-263), pensador y poeta reputado, miembro eminente de lo s «Siete Sabios del bosque de bambú», círculo de amigos y de bebedores impenitentes; redactó entre otros muchos textos el «Discurso sobre la defección del hombre superior». Su actitud altanera e incisiva, su an ticonformismo y la independencia de su intelecto le valieron serias en emistades en los círculos dirigentes. Era la bestia negra de un podero so personaje que ocuparía más tarde el temible puesto de Director de l as buenas costumbres, quien lo denunció como un elemento peligroso par a el orden público; acto seguido fue detenido, encarcelado, juzgado y condenado a muerte.De Bao Jingyan apenas sabemos nada. No nos quedan d e él más que unas pocas páginas milagrosamente preservadas por Ge Hong . Esa oscuridad es elocuente, desde luego; nos indica que ese hombre n o pretendió ningún puesto oficial y que vivió prácticamente ignorado p or todos. Aunque cabe preguntarse si no será un seudónimo de Ge Hong, una estratagema para exponer tesis tan incendiarias sin asumir demasia dos riegos. * * *Jean Levi es un prestig ioso sinólogo especialista en la historia, el pensamiento y la religió n de la China antigua. Como ensayista ha publicado reflexiones acerca del pensamiento (Consideraciones intempestivas sobre Zhuangzi o Confuc io), la política (Los funcionarios divinos) o la literatura (La China novelesca). Ha traducido también a grandes autores de la cultura clási ca china como Shang Yang, Han Fei, Sunzi, Zhuangzi o Lu Jia. Además ha n obtenido gran reconocimiento sus novelas, entre las que destacan El sueño de Confucio, El Hijo del Cielo y su Analista o El gran emperador y sus autómatas.Albert Galvany, especialista en historia intelectual de la China antigua y en chino clásico. Sinólogo y traductor, ha publi cado artículos en importantes revistas y es autor de ediciones de text os clásicos chinos como El Arte de la Guerra de Sunzi o Comentarios al Libro de los Cambios de Wang Bi. Además, ha traducido al castellano l a obra de otros sinólogos como La expresividad del cuerpo, de Shigehis a Kuriyama, Confucio, de Jean Levi, o La gran imagen no tiene forma, d e François Jullien.