Los mares detenidos

El mar, ya sea una extensión de verdad azul o un inmóvil velo de añoranza, huele a amigo siempre que aparece ante mí; huele a amigo porque cada vez que digo mar, piélago o espuma es Carlos Alvarez-Ude quien se presenta a mi lado, quien me abraza con su osamenta de gigante noble, de sabio insobornable y discreto, de compañero por los siglos, las leguas o los años, sin importar que el tiempo nos distancie después, nos aparte por antojo o por destino? Siempre vuelve a mí y siempre voy a él, a su palabra escrita con luz de tarde, de domingo, de paseo hasta la madrugada. Cada vez que Carlos Alvarez-Ude me llama desde la lejanía, desde el otro lado del teléfono, desde la ebriedad de la ausencia, veo sus ojos queriéndome de nuevo, buscándome en la vida, tanteando mis manos, comprobando que estamos metidos hasta el fondo en esto de existir por amor a las cosas, a la poesía, al vuelo y al asombro. Cada vez que me llama?cada vez que mi amigo Carlos Alvarez-Ude dice a solas mi nombre, algo infinito ocurre y algo hondo recuerda que el mar, ya sea azul o inmóvil, hacia las diez se torna verdadero, indudable, infalible quizás, como él, como Carlos, como el poeta siempre. José Luis Ferris. á á 112 páginas. á